INTRODUCCIÓN
Thorstein Veblen, en Teoría de la clase ociosa, sostiene que, “para ganar y conservar la estima de los hombres no basta con poseer riqueza y poder. La riqueza o el poder tienen que ser puestos de manifiesto” (p. 27). Bajo el mandato de Napoleón III, el barón Georges-Eugène Haussmann emprendió una renovación urbana que no solo modificó la estructura física de la capital francesa, sino también su significado simbólico del espacio, consumo y la forma. Los nuevos bulevares, avenidas y edificios institucionales desde el Palacio de la Ópera hasta los ministerios y bancos fueron concebidos como manifestaciones visibles del orden y la grandeza del imperio, pero también como expresiones materiales del prestigio de una clase que buscaba legitimar su posición mediante la monumentalidad y la estética del espacio público.
En este sentido, la lógica del consumo ostensible planteada por Veblen encuentra en el proyecto haussmaniano una realización física: la ciudad se transforma en un instrumento de distinción social, donde la arquitectura y el urbanismo funcionan como lenguajes de poder. Así, el París de Haussmann puede leerse como una encarnación arquitectónica de la “clase ociosa”, en la que el capital se vuelve visible a través de la piedra, la simetría y la escala monumental, edificios institucionales configurando una nueva imagen de civilización sustentada en la representación material del progreso, legitimidad y distincion, definiendo asi su rol en la nueva topografía de la ciudad.
Este trabajo se propone analizar cómo esa visibilidad del poder se expresa en tres dimensiones interrelacionadas: el estilo clásico, la conexión con la ciudad y la monumentalidad. A través de estas variables se examinarán las instituciones estatales: el Palacio Bourbon, el Palacio de Justice y el Palacio de Luxembourg, junto con dos edificios paradigmáticos de la cultura y el saber: la Ópera Garnier y la Bibliothèque Nationale, todos ellos comprendidos dentro del proyecto urbano haussmanniano. El objetivo es comprender cómo estos edificios no solo respondieron a una función política, administrativa o cultural, sino que construyeron, mediante su forma, su escala y su relación con la trama urbana, una imagen coherente de la modernidad parisina como escenografía del poder.
