INSTITUCIONES ESTATALES
En el Palacio Bourbon, sede de la Asamblea Nacional, el lenguaje clásico será constituído por el poder racional del Estado. Frampton señala que el neoclasicismo francés “surge de una evolución en la relación entre hombre y naturaleza, donde la arquitectura pasa a simbolizar el control racional y la autoridad moral de una nueva clase dirigente” (Frampton, 1981, p 12). En este sentido, podemos decir que el Palacio Bourbon traduce la idea de equilibrio en un discurso visual de legitimidad política. Su ubicación frente al Sena y en el eje visual de la “Place de Concorde” refuerza su función urbana donde no se trata solo de un edificio, sino que tiene una vinculación estrecha en la composición axial del Paris monumental. La perspectiva que lo vincula con el puente de la Concorde establece una continuidad entre el poder legislativo y el espacio público, expresando, a la manera de Veblen (1899), la necesidad de que la autoridad se haga visible y se contemple.
El Palacio de la Justice, en la “Île de la Cité”, prolonga esta lógica pero la transforma en un símbolo del poder judicial. A diferencia del Palacio Bourbon, su monumentalidad deriva de la acumulacion y la masa. Las sucesivas ampliaciones del siglo XIX le otorgaron una densidad institucional que representa lo que Benevolo (1963) denomina el “urbanismo de representación”, donde “el valor simbólico de los edificios públicos prevalece sobre su función práctica”.El Palacio domina la isla no por su altura, sino por su gravedad. En decir, un bloque pétreo que concentra en su interior la imagen de la ley como fuerza inmutable. Su conexión con la ciudad no dependerá de la apertura axial, sino del control espacial. El acceso desde el “Boulevard du Palais” articula una secuencia que separa al ciudadano del recinto del poder, reafirmando la distancia jerárquica entre el espacio público y el institucional.
El Palacio de Luxemburg, sede del Senado, sintetiza en cambio una tensión entre la tipología palaciega del Antiguo Régimen y la racionalidad administrativa del Estado moderno. Dicho palacio, es concebido como residencia aristocrática. Su transformación en la sede legislativa durante el S. XIX implica una relectura del clasicismo, es decir, los jardines, los ejes y las fachadas se revalorizan como componentes de una escenografía cívica. La regularidad de su planta y la monumentalidad sobria de su fachada dialogan con el tejido del Barrio Latino, integrando el poder político en un entorno académico y residencial. Frampton advierte que “la arquitectura neoclásica buscó una base objetiva en la razón constructiva y en la armonía de las proporciones, pero terminó siendo un instrumento del Estado y de la burguesía” (Frampton, 1981, p14).
En este sentido, el Luxembourg puede entenderse como una pieza de transición: un edificio que mantiene el lenguaje del clasicismo como vehículo de autoridad, pero insertado en una red urbana que ya responde a la lógica moderna de la capital administrativa.


monumentalidad compacta del edificio, que expresa la idea de la ley como fuerza permanente e inamovible. A diferencia de los ejes abiertos del urbanismo haussmanniano, su presencia se impone por masa y densidad, estableciendo distancia simbólica entre el ciudadano y la autoridad judicial.
