BIBLIOTECA NACIONAL
La Bibliothèque Nationale, por su parte, representa la versión intelectual de ese mismo impulso de visibilidad. En su ampliación decimonónica, la biblioteca se convierte en una “catedral del saber”, donde el clasicismo adquiere un tono sobrio y racional. La sala de lectura diseñada por Henri Labrouste introduce un nuevo equilibrio entre monumentalidad y funcionalidad: la estructura metálica se disfraza bajo la claridad clásica del orden arquitectónico, que según Frampton marca “la transición hacia un racionalismo moderno que busca conciliar técnica y forma” (1981, p. 14). La biblioteca se abre hacia el tejido urbano no por la teatralidad de su fachada, sino por su condición de institución pública: un edificio que democratiza, al menos simbólicamente, el acceso al conocimiento.
Sin embargo, subsiste la lógica vebleniana del prestigio. La monumentalidad del saber, expresada en la escala de la sala y en la solemnidad del conjunto, funciona también como signo de distinción cultural. El conocimiento, como el lujo o el poder, necesita un marco arquitectónico que legitime su valor social. En la ciudad de Haussmann, la biblioteca participa así del mismo sistema de signos que la Ópera: ambas convierten el capital —económico o simbólico— en forma construida. El saber se exhibe como poder, y la arquitectura del conocimiento, como diría Frampton, se integra al proyecto más amplio de la modernidad urbana: representar la autoridad a través de la razón constructiva.
La articulación entre poder político y poder cultural en el París del siglo XIX revela una continuidad entre instituciones aparentemente distintas. Si el Palacio Bourbon afirma la soberanía de la ley, la Ópera Garnier encarna la soberanía del gusto. Y si la Biblioteca Nacional celebra el saber universal, lo hace dentro de una lógica urbana que asocia visibilidad con legitimidad. En todas ellas, la monumentalidad se impone como mediadora entre la autoridad y el ciudadano. Desde Veblen, esta necesidad de mostrarse responde a una estructura de competencia simbólica; desde Frampton, esa visibilidad se traduce en formas arquitectónicas que estabilizan el poder en el espacio.

Oval Room, Bibliothèque Nationale de France (Salle Labrouste). Jean-Louis Pascal, 1916.
La imagen evidencia la síntesis entre monumentalidad y racionalidad estructural que caracteriza a la Biblioteca como “catedral del saber”. La sala de lectura se concibe como espacio público de prestigio donde el conocimiento se vuelve visible y accesible, pero al mismo tiempo jerarquizado. La estructura metálica se integra a un lenguaje clásico sobrio, indicando la transición hacia la modernidad sin abandonar la representación institucional. Esta pieza fue elegida porque muestra cómo el saber, al igual que el poder político o el espectáculo, se inscribe en París en una monumentalidad destinada a ser contemplada.